No sé si alguna vez os ha sucedido estar con
alguien, no sólo en el sentido físico sino manteniendo una relación y que, de
repente y sin más explicación, haga “mutis por el foro”. Te queda una sensación
de lo más desoladora y te sientes realmente ridícula.
Tenía poco más de 20 años la única vez que me ha
pasado algo parecido y realmente el chico me importaba bien poco pero nunca
comprendí porque lo hizo. Unas hogueras, recién aterrizada después de mi época
universitaria y en plenas fiestas de la ciudad, salí con unas amigas que me
presentaron a un
mocetón rubio, alto, de ascendencia sueca y bien guapo. sus amigos. En medio de la euforia etílica me arreó un beso inesperado que dio pie a un
ratito de sobeteo veinteañero. El “affaire” se terminó sin más, me dijo que se iba a
comprar tabaco y desapareció.
A eso se le llama despedida a la francesa y el
origen de esa denominación viene de una costumbre popular a mediados del siglo
XVIII entre la alta sociedad y burguesía de Francia. En su día se bautizó como “sans adieu” y que significa ‘sin adiós’. Se realizaba cuando uno
de los asistentes a una fiesta o acto social decidía marcharse. Éste debía
abandonar la estancia discretamente, sin llamar la atención ni despedirse de nadie
(incluyendo a los anfitriones), siendo de muy mala educación que saludase o
indicase su deseo de marcharse a alguno de los presentes.
Con el tiempo, todo volvió a la normalidad y el uso
del saludo para despedirse volvió a ponerse de moda, viéndose con malos ojos y
como un acto de mala educación el irse de un lugar sin decir nada, por lo que
se comenzó a aplicar la expresión “despedirse
a la francesa” como alusión a aquella antigua y maleducada norma.
Mi historia no deja de ser una simple anécdota por
la ausencia de implicación emocional. Sin embargo, hay otras en las que la
despedida a la francesa roza la crueldad. Como lo que le pasó a una buena amiga
que inició una relación idílica con un europeo, de muy buen ver, que se había
enamorado de Alicante. Estilista de profesión, tenía su negocio en Luxemburgo,
un negocio asentado que le permitía ausentarse sin temer por la viabilidad ni
los beneficios del mismo. Por ello, cuando conoció a mi amiga y se encandiló de
ella, iniciaron una relación sentimental en la que él venía a verla a menudo,
pasando en nuestra ciudad algo más que fines de semana largos.
Si bien ella no estaba totalmente enamorada de su
“príncipe azul”, que le agasajaba con regalos, con cenas en buenos restaurantes
a la luz de las velas y con promesas de amor, la realidad es que disfrutaba de
su compañía y poco a poco comenzó a sentirlo cada vez más presente. Más aún cuando
él hacía planes de diversificar su negocio en nuestra ciudad,
para asentarse en ella, llegando, incluso, a buscar casa para comprar.
Por todo ello, nada presagiaba un desenlace tan abrupto. Uno de los tantos fines de semana que vino, se despidió con un beso y dejándose objetos personales en casa de mi amiga, le dijo que le llamaría
al llegar. Muchas horas por delante así que al no recibir llamada en todo el
día, ella no se preocupó. Eso sí, pasando 24 horas sin tener noticias suyas y
cuando en esta ocasión él había bajado con su Mercedes deportivo, empezó a
ponerse en lo peor y a creer que había pasado algo trágico.
No sabía qué hacer, no sabía a quién llamar. Y pasaban los días. Al final, con la ayuda de un amigo suyo que sabía francés, se decidió a llamar a su trabajo esperando que le fueran a dar la mala noticia. Cuál fue su sorpresa cuando averiguó que su chico, ese que ella daba por muerto o en algún hospital, ese que le había dibujado castillos en el aire y le iba a llevar a recorrer todo el mundo, estaba tan tranquilo y sin remordimientos por no haber dado señales de vida. Era su despedida a la francesa. Su manera de cortar la relación, sin que le importara lo más mínimo los sentimientos de esa chica con la que había compartido algo más que un café.
No sabía qué hacer, no sabía a quién llamar. Y pasaban los días. Al final, con la ayuda de un amigo suyo que sabía francés, se decidió a llamar a su trabajo esperando que le fueran a dar la mala noticia. Cuál fue su sorpresa cuando averiguó que su chico, ese que ella daba por muerto o en algún hospital, ese que le había dibujado castillos en el aire y le iba a llevar a recorrer todo el mundo, estaba tan tranquilo y sin remordimientos por no haber dado señales de vida. Era su despedida a la francesa. Su manera de cortar la relación, sin que le importara lo más mínimo los sentimientos de esa chica con la que había compartido algo más que un café.
Tiempo después y una vez curadas las heridas de la
decepción, se lo volvió a encontrar. Había vuelto a nuestra ciudad, acompañado
de su pareja actual, con niño incluido, a los que dejó en el hotel para
intentar un acercamiento algo más que amistoso con mi amiga.
Hay personas que o no
tienen sentimientos o puede más su cobardía para afrontar la realidad de lo
que él/ella es y de lo que ha hecho, que el daño que es capaz de infringirle a
una persona con la que se supone que tiene una relación y a la que, otra vez
suponemos, quiere.
Este post va dedicado a esa gran amiga, puro
sentimiento y que nada tiene que ver con este tipo de personas insensibles que
nunca empatizan con sus semejantes, más bien al contrario. Aunque sin ser fiel
al desarrollo de su historia sí que espero haber reflejado, a grandes rasgos,
lo que sucedió.
Precisamente, ella me explicó de dónde venía esa
expresión de “despedida a la francesa”. Lo había leído en un libro para ella
sorprendente ya que fue escrito por una mujer totalmente avanzaba a su época. Se
trata de la
primera novela de Irène Némirovsky, El malentendido, publicada en la
revista Les Oeuvres Libres en 1926 y editada en forma de libro en 1930. Aborda
la historia de una mujer burguesa,
adinerada y casada que se enamora de un hombre antaño burgués y rico, ahora
currante y humilde y se hacen amantes. Al final él la deja por un malentendido
y lo hace a la francesa, vamos sin dar explicación alguna y, simplemente, desapareciendo
de su vida.
Vosotr@s no desaparezcáis de la mia y yo prometo no
irme a la francesa. Os espero, la semana que viene aquí en Off the record. Os
recuerdo mi email de contacto offtherecord.hermanas@gmail.com,
por si quereis contarme cómo os dejaron a la francesa o, porque lo
hicisteis vosotros….
Besos
Besos
No defraudas, como siempre. Me ha encantado el relato, ale que lleve buen viaje el príncipe.
ResponderEliminar… y nunca más se supo… como tiene que ser. Estas personas cuanto más alejadas mejor. Un beso Mafalda
EliminarPues la despedida a francesa es odiosa, desagradable y de mala educación!!! Dile a tu amiga que se quitó un muerto de encima! Él mundo está loco y lleno de cobardes! grrrrrrrrr que me enciendo. Adoro los lunes! Gracias por tus historias!!! Un millón de besos. Ter
ResponderEliminarYo creo que la cobardía es el principal problema que tienen muchos hombres, no todos, ni mucho menos pero por miedo a que la mujer se enfade, por miedo a no afrontar determinadas situaciones, son capaces de meter mucho mas la gamba. Besos
EliminarQue interesante!! ahora te tienes que reir de aquella historia ;)
ResponderEliminarBesos
conestiloalcubo Blog
Ahora que ya han pasado los años, no es más que una anécdota, pero que nadie tenga que pasar por esos cuatro días de angustia de no saber nada de él. Es de una crueldad…. Besos
Eliminar¿Despedida a la francesa? Casos como los de tu amiga merecen directamente el apelativo de "terrorismo sentimental". ¡Madre mía! Me dan los sietes males sólo de pensarlo. Debería ser delito comportarse así. Por cierto, me ha encantado aprender la procedencia de la expresión. Un besazo.
ResponderEliminarTerrorismo sentimental… que bueno¡¡¡, A mi también me pareció muy interesante cuando me lo explicaron porque, además, es una expresión que siempre he utilizado. Delito o no, es uno de los comportamientos más censurables. Besos
EliminarMe encanta lo que planteas, y hoy ya he aprendido algo nuevo, gracias. :)
ResponderEliminarUn beso.
www.rolloverstyle.blogspot.com
Candela, me alegra compartir con vosotr@s lo que voy aprendiendo y viviendo. La semana que viene más. Besos
EliminarOlé!! Olé y Olé!! Me encanta leeros! Y me ha encantado el post!! No tenía ni idea de esa expresión!! Gracias por compartir la historia con nosotros!! Y muchos besos para tu amiga!! :)
ResponderEliminarTe espero por mi blog con un nuevo post! ;)
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Muchas gracias, María. Vamos a seguir contando historias, cada lunes, aquí en Cosas de Hermanas. Besos
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