Un cine?
Esa simple pregunta, o más bien la no respuesta, ha llevado a mi amiga Patricia a darse cuenta de que un hombre puede ser maravilloso en las distancias cortas y un auténtico cretino en las largas.
La historia que hoy es cuento es una de tantas con buen comienzo marcada por un desenlace brusco y nada predecible.
Patricia es una mujer Disney, enamorada de las historias de amor, y pese a su insistencia, la verdad es que no ha tenido mucha suerte en las lides del corazón. Realmente no creo que sólo la suerte interfiera en los fracasos amorosos pero digamos que su anhelo romántico no suele tener correspondencia con su realidad. Sin embargo no cae en el desanimo y continúa intentándolo e ilusionándose con cada nuevo capítulo de su azarosa vida sentimental.
Hace pocos meses sea lío con un chico y que inesperadamente mostró mucho interés por Patricia. Digo que fue inesperado porque se conocían desde hace años y había cierta amistad entre ellos sin que hasta la fecha hubiera mediado entendimiento sentimental entre ambos.
Ella, curada de espanto por experiencias anteriores, iba con tiento aunque dejándose llevar por la atracción y la pasión que su amante le suscitaba. Sexualmente resultó ser muy divertido al mismo tiempo que pasional y cariñoso, un cocktail molotov para quien como Patricia, lleva el romanticismo en las venas.
Pese a que al principio no dio mucho pábulo a la historia, los reiterados mensajes hasta hace poco de su Romeo abrieron en su mente, y en su corazón, una nueva esperanza, eso sí titubeante ya que no acababa de creerse muy a las claras que el susodicho tuviera o sintiera lo mismo que ella. ¡ y que razón tenía !
La complicidad entre ellos crecía y aunque a había pasado a duras penas unas semanas desde que se liaron por primera vez los planes de futuro del amante bandido hacían presagiar una historia, por lo menos a medio plazo.
Patricia es optimista por naturaleza y prefirió no escuchar, de los labios de su amante, ciertos comentarios que de haberlo hecho, no le hubieran llevado a construirse castillos en el aire. Prefirió centrarse en sus caricias, sus besos, sus abrazos.... Su lado Disney...
Y de la intensidad suprema al silencio administrativo. Un cita cancelada, una semana silenciosa y un mensaje no respondido. Ese ha sido el final de la historia de Patricia.
Mutis por el foro.
Patricia no está deprimida, ni cabreada tal vez sí decepcionada por planes prometidos innecesarios, palabras cariñosas en un momento en el que primaba el sexo y que, tras el desenlace, ha entendido que no eran realmente sentidas.
Puede que el huidizo caballero pensara que era necesario prometer para meter, pensamiento más propio del siglo pasado que de hoy en día. No es el primero, ni el último, es más, parece bastante habitual, la estrategia elegida por muchos que prometen amor cuando sólo quieren sexo sin darse cuenta que esa manera de proceder sólo sirve para calificarlos de cretinos.
La historia de amiga Patricia me ha recordado a mi mismas, a las veces que me he ilusionado con un chico porque he preferido agarrarme a esas palabras bonitas en vez de a los hechos. Ya me lo dijo una sabía amiga, cuando uno quiere va a por ello y no se queda en medias tintas. Y creo que así debe ser. Ya no me complico, en cuanto veo algo tibio en una historia, lo dejo correr, cierro capítulo. Tal vez eso me impida obtener las mieles del éxito amoroso, pero eso está por ver, no así el desgarro casi seguro en mi corazón. He aprendido a blindarme, a evitar dar alas a sentimientos que van renqueando sobre mi corazón porque un sexto sentido me dice que “escape” antes de que sea tarde.
La madre de una muy buena amiga decía, “nos enamoramos de quién queremos”. Pues, querida Patricia, enamórate no sólo de quién quieras, sino de quién te quiera.
Nunca entenderé por qué hacen esas cosas. Con lo fácil que es dejarlo todo claro desde el principio...
ResponderEliminarme-andmybag
Uno de los rasgos que últimamente más veo en los hombres, es la cobardía y seguramente por eso mismo, o por no querer recibir un no por respuesta, actúan de esa manera....
EliminarComo bien dices, Yudani, con lo fácil que sería dejarlo claro desde el principio o, por lo menos, no plantear cosas que no son necesarias.
Un besazo
Nuevamente me encantó... todas hemos estado con algún cretino de esos. Tiene poca seguridad para meter y callar, y tienen que prometer.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog. Elena
Ayy Elena, está claro que es un perfil bastante habitual. Mientras no los coleccionemos.
EliminarMuchas gracias por participar, un beso
Como siempre un buen relato. Yo soy de la opinión que ahora es bastante más sencillo que en otras épocas. Las mujeres en edad de merecer (como decía mi madre) tienen las cosas más claras (existen excepciones, claro). Pero quedarse prendada de un príncipe, para que, si al final todos se convierten en sapos. Ale a disfrutad que la vida se pasa en nada.
ResponderEliminarTu crees que todos los príncipes se convierten en sapos??? Yo no lo creo. Sin ser una mujer disney y siendo bastante crítica, a base de experiencia, con el género masculino, aún confió en que se trata más de un tema de personas que de sexos. Que seguro habrán mujeres que a su manera también actúen de manera deshonesta con los hombres...
ResponderEliminarSabias las palabras de tu madre
Un besazo, Mafalda
Creo que han visto muchos documentales de animales, y sustituyen la pituitaria detectora del celo, el despliegue de plumas, o la hinchazón de la garganta de algunas aves por la transmisión oral de "eres-la-hembra-de-mi-vida"... esperando tener un orgasmo de 30 minutos, como en los cerdos... y mientras ellos veían esos documentales, nosotras nos embelesábamos con "la bella durmiente", o "La Cenicienta", mientras esperamos al príncipe azul que nos tome en brazos y nos salve de la bruja, la madrastra, o el ogro... Al fin y a la postre, nos encontramos con que no hay príncipes (se lo quedó la Leti), los orgasmos no son tan prolongados como los de los cerdos, y el "ereslahembrademivida", en¨"ereslahembrademividaenestemomento"... Creo que se trata de descubrir las reglas del juego y eso sí, ¡No dejar de jugar!, que en algún momento podemos encontrarnos con un delfín.
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