lunes, 3 de marzo de 2014

El placer erótico de jugar


Estamos en un blog de moda y tendencias y no sé si sabíais que también en los artículos eróticos existe modas y tendencias.

Vaya por delante que no soy para nada experta ni en la compra ni en el consumo de este tipo de productos pero cómo buena periodista que pretendo ser, me he documentando, tomando buena nota de todo aquello que he considerado más interesante y prometiéndome a mi misma pasar por alguno de los muchos puntos de ventas (que están proliferando casi tanto como los vapeos) con el firme propósito de adquirir y probar alguno de esos juguetillos que parecen ser algo más que estimulantes.

La primera vez que vi un consolador en directo fue ya hace más de 15 años, cuando me iniciaba en las lides de la profesión y una compañera nos invitó a cenar en su casa. No se bien si por la cantidad de alcohol ingerida o por su necesidad habitual, y divertida, de escandalizarnos, el caso es que no habíamos pasado al postre cuando nos sacó su colección de consoladores y vibradores. No son lo mismo, aunque yo en mi ignorancia de veinteañera creyese que sí, la diferencia estriba en que el vibrador cuenta con un motor y no sólo depende de la acción manual, como los consoladores.

Los expertos afirman que cada uno tiene su ocasión, y si nos atenemos a la amplia variedad de consoladores y vibradores que existen en el mercado, pasaríamos muchísimo tiempo en el éxtasis de la autocomplacencia. Así nos lo expuso, aquella calurosa noche, mi compañera, y amiga.

En total no enseñó cuatro, y todos ellos en uso. En función de sus apetencias y de la situación, usaba uno o usaba otros. Tenía uno de bolsillo manual, un consolador, que solía llevar en el bolso por si, por ejemplo, algún día en el trabajo su jefe le ponía nerviosa y necesitaba desahogarse, algo que a todas, en un momento dado, se nos ha pasado por la cabeza en esa situación en el que te estás llevando una bronca monumental. (Por si soy muy sutil en mi ironía, os confieso que nunca he pensado en ir a masturbarme ni durante ni tras una movida en el trabajo).


Además, contaba con otro manual, con gran semejanza al miembro viril (y textura) que nos dejó manosearlo para que comprobáramos lo agradable que era al tacto. Supongo que después de tanto sobeteo, porque fue una cena multitudinaria, lo higienizara antes de usarlo.

En todo momento nos lo presentó como objetos que incrementaban el placer con la pareja y, a excepción del de bolsillo, solían formar parte de la actividad sexual con su marido, presente en la cena, que asentía muy seriamente al monólogo de su amantísima esposa.

Pues en ese placer conjunto, tenía un protagonismo especial un vibrador, también de pequeñas dimensiones, con mando a distancia, su tercera joya “erótica festiva”. “Chicas, poneros en situación. La habitual cena coñazo en casa de tus suegros, con unos cuñados inaguantables pero de la que no puedes escaquearte” (otra, como la del jefe, es que siempre he sido más mojigata de lo que me creo). “Pues mi chico y yo vamos preparados a pasar un buen rato. Yo ya con el vibrador colocado, y él con el mando en el bolsillo de la chaqueta. Desconozco cuando lo va a activar y lo suele hacer en el momento mas inesperado causando en mí auténticos puntazos de placer que tengo que disimular para no ser el espectáculo de la cena”.

Sinceramente, estaba con la boca abierta al escuchar ese tipo de experiencia porque entiendo los juegos y la utilización de cualquier objeto para la satisfacción sexual de una persona individual o una pareja pero el morbo que provoca esa casi exhibición pública teniendo que aguantarse el grito de satisfacción, eso lo entiendo menos.

Y por último, el vibrador del momento, conocido internacionalmente como Rabbit, y en casa de mi amiga como el conejito, con esos sendos movimientos para dar placer tanto en la zona vaginal como clitoriana. Ese pene, siempre erecto, siempre en movimiento (con la velocidad e intensidad que uno quiera), acompañado de esas dos pequeñas falanges (a modo de orejitas Bugs Bunny, de ahí el apelativo) que interaccionan fantásticamente, a su ritmo, a su intensidad, para acompañarte al orgasmo. Estoy segura que no me lo describió así, pero, después de aquella cena, he vuelto a oír, en muchas ocasiones, hablar de él y de las siguientes generaciones denominadas Mariposas que han sido top de ventas y que continúan en el stock y en las estanterías de las tiendas especializadas en artículos eróticos.
Cuando me fui a documentar para este post me di cuenta de que me había quedado totalmente obsoleta y que aquellos “juguetitos eróticos” se habían quedado totalmente anticuados dando paso a una nueva generación de artículos de todo tipo mucho mas sofisticados, elegantes y tecnológicos. Ni tan siquieran parecen lo que realmente son.

Me ha llamado la atención, a lo mejor mis lectores son más avanzados que yo en esto pero os aseguro que no conocia la existencia de los We Vibe que ya van por la cuarta generación (como si fuera Iphone) y en cada una de ellas han ganado en prestaciones que favorecen el placer sexual. Se trata de un vibrador está fabricado en silicona hipoalergénica diseñado para que las parejas alcancen cotas mucho más elevadas de placer en su vida íntimas. Ha sido rediseñado hasta el último milímetro, de ahí sus cuatro generaciones, con el objetivo de adaptarse mejor tanto a la anatomía masculina como femenina. Es como una especie de V con un estimulador clitoriano y un masajeador que se centra en el punto G de las féminas dejando espacio al hombre, para que se pueda acoplar también dentro y sienta los estímulos de las vibraciones. Ha sido tal el revuelo que ha ido causando con cada nuevo modelo que se ha presentado que existen hasta videos en youtube, tanto caseros como profesionales, explicando las grandes ventajas que tiene.

Los sex shops del siglo XXI nada tienen que ver con los lúgubres y casi macabros espacios dónde sólo los más osados (o viciosos, según quién opine) se atrevían entrar. Solían estar en estrechas calles, no muy a la vista, con cristales tintados para que desde el exterior no se pudiera ver lo que dentro se exhibía.

Un exhibición erótica, con explicación incluida a la que tuve acceso de la mano de un amigo que durante una época trabajó en uno de esos. No teníamos nada que hacer, y después de una copiosa comida de domingo, y con bastante alegría en el cuerpo, decidimos hacerle una visita y así, culturizarnos un poco. Menos mal que la tienda estaba vacia porque la curiosidad, las ganas de juerga y el cachondeo superaban con creces a la perplejidad con la que atendíamos las explicaciones de nuestro paciente amigo. 

Lo que más nos sorprendió fue todo lo relacionado con el mundo gay, esos macro consoladores y vibradores con extrañas formas que no siempre simulaban al órgano masculino, la amplia colección de porno con todo tipo, forma, personajes y situaciones sexuales, sin olvidar los cuartos oscuros y cabinas dónde las parejas, casi siempre homosexuales, se refugiaban para tener su instante de intimidad ante tanto estímulo sexual. Eso sin olvidar esa exposición de consoladores de textura casi natural a los auténticos miembros viriles, de todas las tallas, de todos los colores... Todavía se me escapa una carcajada al recordar a mi buena amiga Sole, cantar “Only you” moviendo los labios de silicona que acompañaban a esos consoladores.


El resto de información recopilada me la voy a reservar para posteriores semanas y, quién sabe, a lo mejor hasta me atrevo a hacerme con uno de estos “artilugios” para intentar describiros la experiencia, como me gusta a mi contar las cosas, sutilmente y sin caer en la grosería.

Finalizó mi post con la recomendación de una película del 1993 de Manuel Gómez Pereira, que me ha venido a la mente. ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?, con Verónica Forqué y Jorge Sanz, una comedia de enredos divertida, sin más pretensiones pero que precisamente se centra en la relación de una mujer que profesionalmente se dedica a los espectáculos eróticos y su relación con su joven compañero de profesión.



Amig@s nos vemos la semana que viene, espero que os haya gustado.

Me despido hasta el próximo lunes anunciando la ganadora del SORTEO del collar de Dekuero Creaciones: ALFONSA MILLÁN. Enhorabuena!!!




Fotos de Pinterest

by Off the record


6 comentarios:

  1. Muy buen post! Madre mía que inventos. Yo la verdad es que no soy muy pro juguetitos pero la verdad es que alguno tendremos que probar a ver qué tal. Y digo yo que si el vibrador va ya por la 4ª generación debe ser la leche!!! Tomo nota de todo amiga.
    MIllones de besitos. Gracias por cada lunes...

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  2. Muy instructivo tu post de esta semana, ale chicas/os a comprar juguetitos a ver que tal.

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  3. Nunca se deja de aprender! y más en este campo que está en continúa expansión... al fin y al cabo es tecnología.
    Besazos
    Fashion Avenue by Adriana
    http://fashionavenueabc.blogspot.de/

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  4. Un post genial, que cosas tan interesantes jeje, la verdad que es un mundo...
    Besitos ;)
    conestiloalcubo Blog

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  5. La verdad es que me ha dejado intrigada el aparatejo ese de última generación... Una se siente ya muy satisfecha a ese nivel pero, ¿quién sabe qué cotas de placer se pueden llegar a alcanzar? Gracias por ampliar nuestros horizontes eróticos...¡Muak!

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  6. Se te ha quedado en el tintero un artilugio de los más antiguos en estas lides, las bolas chinas, llamadas así porque en aquél país, y desde siempre, eran las madres las que se las ponían a las niñas para que aprendieran a manejar a la perfección los músculos vaginales y tener un buen entrenamiento para dar placer a sus futuros maridos. Yo las descubrí cuando de niña ya no tenía nada; Todo lo contrario: Entré en la menopausia, y junto a los calores y los cambios de humor, vinieron las pérdidas de orina. Una amiga médico me las recomendó como un buen remedio para paliar, y... ¡Bendita la hora! No sólo porque resolvió el tema de mis pérdidas de orina, sino porque me hicieron pasar los mejores momentos de mi vida, tanto es así que ya no las utilizaba solo cuando estaba en casa, sino que empecé a llevármelas puestas al trabajo, y como tú apuntabas... Nunca más volví a tener una bronca laboral

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