lunes, 14 de julio de 2014

Amigos, ¿por qué no?



Llevo años advirtiendo en mí una evolución, fruto de los desengaños amorosos y de las experiencias vividas, que no me acaba de gustar. De ser una enamoradiza nata, una romántica empedernida, rozando la cursilería, he pasado a tener una actitud cínica hacia el amor, que no esconde más que un sentimiento de frustración.

He perdido mi capacidad de enamorarme, de ilusionarme. A excepción de un amor platónico que reapareció para ofrecerme una nueva decepción, llevo 4 años sin volver a sentirme con el corazón en un puño. Casi un lustro en el que él ir y venir de hombres ha sido una constante, sin que ninguno de ellos lograrán que volviera a ver en mí a aquella quinceañera romántica. 

He estado a punto de volver a construir castillos en el aire, y me hubiera gustado, pero de nuevo se ha impuesto la razón sobre el corazón

Lo conocí precisamente cuando estaba en proceso mi último gran desengaño amoroso. En un momento en el que la ilusión convivía con la incertidumbre hacia esa persona amada que me daba una de cal y otra de arena para finalmente partirme el corazón. Desde el primer minuto congeniamos, algo sencillo con un hombre como él, simpático, divertido, muy ingenioso y con ganas de disfrutar de la vida. 

Aunque físicamente no se acercaba, ni se acerca, al prototipo de hombre que me suele atraer, su manera de ser fue incrementado su atractivo. Hasta tal punto que una noche, y pese a mi gran enamoramiento, le besé y me correspondió. No pasó nada más pero tal y como os conté en Bella por dentro, bella por fuera , es uno de los mejores besos que recuerdo.



En estos cuatro años, nos hemos ido viendo intermitentemente y, si bien el grupo de amigos que amparaba nuestros encuentros ha desaparecido, el azar o el destino no lo han convertido en un hombre de mi pasado sino de mi presente constante. 

Hace varias semanas me lo encontré por casualidad. Su insistencia (no de facto sino verbal) en retomar el contacto hizo que mi cabeza, siempre en funcionamiento, se planteará la posibilidad de una nueva ilusión. 

Por ello, opté por da un paso hacia adelante y llamar a su puerta, con un gran recibimiento por su parte. Nuestras apretadas agendas complicó la quedada hasta que, por fin, un caluroso sábado de junio quedamos para comer. Ese era el plan inicial. Cada uno tenía compromisos para esa noche pero lo que iba a ser una comida para ponernos al día se convirtió en una animada y distendida sobremesa, con la más que lógica anulación de compromisos, hasta llegar a la hora cenicienta. Lejos de que se acabara mi cuento de hadas, me invitó a pasar la noche en su casa. 

"Va a ser que sí que le gusto", rumiaba mi etílico pensamiento. Claro que cuando me enseñó la habitación de invitados y murmuro "ahora cambiamos las sábanas que mi sobrina se ha ido esta mañana", ya no las tenía todas conmigo. 

Finalmente, haciendo gala de mi faceta más seductora y de mi comportamiento más desvergonzado, cambié la cama de invitados por los aposentos reales, formulando infantílmente mi anhelo de dormir con él.

Ahí estaba yo, acostada en la cama con el chico que me gustaba, abrazada por él e inmóvil sin saber qué hacer. Y realmente no tenía que hacer nada, ya había hecho bastante, porque las fuerzas de la atracción actuaron por sí solas y sólo fue cuestión de tiempo, escaso, que el abrazo avanzara hacia el sexo. 

 De un tierno gesto de cariño pasamos a la pasión desenfrenada de dos personas que llevan mucho tiempo imaginándose al otro, desnudo y en la misma cama. Me sorprendió la fuerza con la que atacaba una de las partes de mi cuerpo que más destaca, mi pecho. Como mordía mis labios, con la fiereza del que no quiere dejar escapar la presa, mientras me embestía, sin prisa pero sobre todo sin pausa.

¿Sabéis la diferencia entre hacer el amor y echar un polvo?. Pues siempre cuando me lo he imaginado en acción y tras aquel beso tan recordado, supuse que con él haría el amor. Y no, ha sido un polvo, bueno dos, y muy bien echados. No resulta decepcionante pero sí sorprendente.


Su actitud de día siguiente debería haberme preparado para lo que hoy me hace tener esta sensación de fracaso. Un comportamiento gentil, educado pero muy alejado de la pasión que habíamos rezumado horas antes. Me llevó a casa, me besó y aunque yo tenía la esperanza de alargar la historia algunos capítulos más, los últimos acontecimientos, o mejor, la ausencia de ellos, me llevan a la conclusión de que va a ser otro de esos hombres que entran y salen de mi vida sin estar dispuestos a quedarse en ella, por lo menos, como a mí me gustaría.

No soy negativa, sólo realista, cuando una persona siente por otra algo, se nota, se palpa y de él, al que he visto posteriormente, con el que he cenado, charlado e intercambiado mensajes, sólo percibo una amistad. Curioso, después de haberme acostado con él, verdad?

No se si me siento de nuevo frustrada o decepcionada. En cualquier caso, sea como fuere, me afecta más lo que pudo haber sido y que lo que realmente siento por él.

Soy consciente de que mis palabras puedan dejar en mis querid@s lectores una sensación negativa al haber utilizado las palabras frustración, decepción, incertidumbre, desengaño… nada más lejos de la realidad. Existe una segunda lectura más allá del hecho de anhelar historias de más de una noche, es que, poco a poco, voy avanzando hasta una relación carnal con muchos de los hombres que en algún momento ocuparon mi corazón sin que el dolor o el resentimiento se aloje en mi corazón. 

Es más, en este caso en particular, no quiero albergar ninguna esperanza para precisamente no sentirme derrotada, siendo yo la que, tanto a mi misma como hacia el exterior verbalice, “este chico no me conviene”. Amigos, ¿por qué no? Pero sin que realmente sea mi objetivo.

Un beso

Off the record

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8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias !!!!! Le pongo ganas pero a veces las ideas se me agolpan en la cabeza y la verborrea literaria fluye sola, con mayor o menor acierto.
      Un besazo

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  2. Algún día llegará con lo que pierdas esa esperanza nunca ,)

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    1. Pues eso me digo yo con cada desengaño. Nunca se sabe dónde puede estar esa media naranja, disfrutar de la vida, de las experiencias y siempre "al mal tiempo, buena cara".
      Besos

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  3. Amiga, yo creo, por cómo lo cuentas, que tus sentimientos hacia este chico te van a impedir que el sexo con él sea una experiencia emocionalmente satisfactoria... Lleva cuidado. Un abrazo.

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    1. Más bien al contrario y por ello ya lo he tachado de mi lista de amantes puntuales. De ahí el título del post, amigos, ¿por qué no?.
      Un besazo

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    2. Yo plantearía la cuestión desde otra óptica totalmente distinta: ¿Por qué llamar fracaso a la "corta" duración de una relación? ¿Quién marca los tiempos? Conocía a una persona que aseguraba que se enamoraba cada día (o cada noche, depende). Jamás tuvo una denominada "pareja estable", y jamás conocí a alguien tan rematadamente feliz. ¿No será que el modelo de pareja está cambiando al mismo ritmo que la sociedad? No hay que perder de vista que seguimos siendo animales, y, antropologicamente hablando, una hembra ya no necesita de un macho para procrear -algún chip tiene que tocar- ¿Será que te estás incorporando al siglo XXI? ¿ Será que estás madurando querida amiga?
      Un beso

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    3. Está claro que el fracaso no lo determina la duración de la relación sino alcanzar o no el objetivo. En este caso concreto este chico me gustaba para algo más que para un polvo pero tampoco me siento fracasada porque he sabido leer a tiempo sus intenciones. No coinciden con las mías y es ahora, y no después cuando ya me sienta dolida, cuando tengo que zanjar el asunto. Así evito dramas y sufrimiento absurdo.
      Cierto es que el modelo de pareja es diferente, no tanto que haya cambiado sino que se ha ampliado… esto que me dices, querid@ anónim@ me suscita un nuevo post.
      Un beso muy fuerte

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