Con 23 años cumplidos, recién terminada la carrera, regresé a mi ciudad natal para poder disfrutar, por fin tras 5 años de ausencia, de sus fiestas patronales.
Me presentaron a un grupo de chicos en el que se encontraba un rubio de metro ochenta que en principio, y debido a su mal carácter, apenas me fijé. Sin embargo, y conforme iba trascurriendo el tiempo, su carácter se fue dulcificando hasta que congeniamos de manera natural. Claro, que esa afinidad no hacía presagiar en absoluto el inesperado morreo que me soltó en mitad de la calle, en mitad del baile.
Yo ni me había fijado en su excelente físico (jugaba al baloncesto y tenía sangre sueca, y ambas cosas se notaban). Cuando me besó, me dejé querer y ciertamente pasé un rato muy agradable. Creo que ha sido la primera y única vez que me he estado dando el lote con un chico en público y tan descaradamente (“Ayyy, juventud, divino tesoro”).
Tan de repente como había comenzado, finalizó.
“Voy a comprar tabaco”, y yo me quedé esperando. Diez, veinte, treinta minutos…. De acuerdo que eran fiestas y complicado salir y entrar del “mogollón”, pero tras una hora de reloj ahí plantada reconocí que me había dejado “tirada”, aunque aun no comprendía porqué.
Se fue a por tabaco y no volvió, así de simple como en las historias en las que el marido abandona a la mujer, pero nada traumático puesto que apenas había implicación emocional, aunque sí algo de pundonor. Me dejó plantada, esperando y con la leve sospecha de que le podía haber pasado algo. Obviamente no fue así, el muy infantil se había “fugado”.
Ahí, sin más.
Lo que no supo calibrar es que tarde o temprano iba a tener que dar alguna explicación, sobre todo porque yo no era una chica que había conocido de la nada, sino que estábamos en el mismo grupo y muy probablemente coincidiríamos. O dejaba de ir con sus amigos o se tenía que enfrentar a mí.
No pasó ni 24 horas del “abandono” cuando volvimos a encontrarnos. Al principio tan tranquilo hasta que yo le llamé al orden con una simple frase: “Si te querías ir, lo dices, pero no mientas y me dejes esperándote”. Sinceramente, pobrecico, no tenía palabras para justificarse, para darme una explicación y hasta cayó en la manida estratagema de apelar a la amistad entre ambos para no continuar cometiendo un error, cuando simplemente se agobió y sólo se le ocurrió desaparecer.
“Te quiero mucho como amiga”, me soltó y en ese momento me di cuenta de que realmente el muchacho no daba para más puesto que nos habíamos conocido TRES DIAS ANTES.
¡¡¡¡Cómo son los hombres!!!! Su argumentación para intentar salvar la poca dignidad que le queda a un individuo que está con una persona y se esfuma, es intentar ablandar mi cabreo expresando un sentimiento que en ningún caso le pertenecía.
Finalmente, la “sangre” no llegó al rio, muy al contrario y durante ese verano tuve una excelente relación amistosa con este sueco que complementa la amplia variedad a mi elenco internacional de ligues.
Con esta historia me di de bruces por primera vez con uno de los principales escollos que creo que tienen los hombres para sus relaciones con las mujeres, la cobardía.
Son mucho más cobardes que nosotras, para aceptar un sentimiento, para afrontar un escollo, para tomar una determinación.
Muchas veces esa cobardía hace que la resolución ante una mala situación sea mucho más conflictiva. Conozco a muchos menos hombres capaces de coger el toro por los cuernos que a mujeres. Lo dice una que para nada se identifica con el feminismo trasnochado y poco amiga de las generalidades.
La cobardía masculina poco tiene que ver con la empatía para con la otra persona, por mucho que algunos lo quieran disfrazar de sensibilidad, tiene que ver más con la incapacidad de uno de actuar y la dificultad que tiene de corregir sus propios errores.
Tengo muchas más historias en la cabeza que afianzan este argumento, historias menos banales y sobre todo menos divertidas que aquel sueco que me besó, se fue a por tabaco y nunca más volvió.
Último lunes de julio, las vacaciones están ahí, así que FELIZ VERANO y nos vemos en septiembre,
Besos
Off the record
Me presentaron a un grupo de chicos en el que se encontraba un rubio de metro ochenta que en principio, y debido a su mal carácter, apenas me fijé. Sin embargo, y conforme iba trascurriendo el tiempo, su carácter se fue dulcificando hasta que congeniamos de manera natural. Claro, que esa afinidad no hacía presagiar en absoluto el inesperado morreo que me soltó en mitad de la calle, en mitad del baile.
Yo ni me había fijado en su excelente físico (jugaba al baloncesto y tenía sangre sueca, y ambas cosas se notaban). Cuando me besó, me dejé querer y ciertamente pasé un rato muy agradable. Creo que ha sido la primera y única vez que me he estado dando el lote con un chico en público y tan descaradamente (“Ayyy, juventud, divino tesoro”).
Tan de repente como había comenzado, finalizó.
“Voy a comprar tabaco”, y yo me quedé esperando. Diez, veinte, treinta minutos…. De acuerdo que eran fiestas y complicado salir y entrar del “mogollón”, pero tras una hora de reloj ahí plantada reconocí que me había dejado “tirada”, aunque aun no comprendía porqué.
Se fue a por tabaco y no volvió, así de simple como en las historias en las que el marido abandona a la mujer, pero nada traumático puesto que apenas había implicación emocional, aunque sí algo de pundonor. Me dejó plantada, esperando y con la leve sospecha de que le podía haber pasado algo. Obviamente no fue así, el muy infantil se había “fugado”.
Ahí, sin más.
Lo que no supo calibrar es que tarde o temprano iba a tener que dar alguna explicación, sobre todo porque yo no era una chica que había conocido de la nada, sino que estábamos en el mismo grupo y muy probablemente coincidiríamos. O dejaba de ir con sus amigos o se tenía que enfrentar a mí.
No pasó ni 24 horas del “abandono” cuando volvimos a encontrarnos. Al principio tan tranquilo hasta que yo le llamé al orden con una simple frase: “Si te querías ir, lo dices, pero no mientas y me dejes esperándote”. Sinceramente, pobrecico, no tenía palabras para justificarse, para darme una explicación y hasta cayó en la manida estratagema de apelar a la amistad entre ambos para no continuar cometiendo un error, cuando simplemente se agobió y sólo se le ocurrió desaparecer.
¡¡¡¡Cómo son los hombres!!!! Su argumentación para intentar salvar la poca dignidad que le queda a un individuo que está con una persona y se esfuma, es intentar ablandar mi cabreo expresando un sentimiento que en ningún caso le pertenecía.
Finalmente, la “sangre” no llegó al rio, muy al contrario y durante ese verano tuve una excelente relación amistosa con este sueco que complementa la amplia variedad a mi elenco internacional de ligues.
Con esta historia me di de bruces por primera vez con uno de los principales escollos que creo que tienen los hombres para sus relaciones con las mujeres, la cobardía.
Son mucho más cobardes que nosotras, para aceptar un sentimiento, para afrontar un escollo, para tomar una determinación.
Muchas veces esa cobardía hace que la resolución ante una mala situación sea mucho más conflictiva. Conozco a muchos menos hombres capaces de coger el toro por los cuernos que a mujeres. Lo dice una que para nada se identifica con el feminismo trasnochado y poco amiga de las generalidades.
La cobardía masculina poco tiene que ver con la empatía para con la otra persona, por mucho que algunos lo quieran disfrazar de sensibilidad, tiene que ver más con la incapacidad de uno de actuar y la dificultad que tiene de corregir sus propios errores.
Tengo muchas más historias en la cabeza que afianzan este argumento, historias menos banales y sobre todo menos divertidas que aquel sueco que me besó, se fue a por tabaco y nunca más volvió.
Último lunes de julio, las vacaciones están ahí, así que FELIZ VERANO y nos vemos en septiembre,
Besos
Off the record
Fotos de Pinterest
Surrealista!
ResponderEliminarme-andmybag
Hoy estoy muuuuuuuy tocada con este asunto. Básicamente mi historia se parece, según mis amigas a la peli de EL DIARIO DE NOA lo que pasa que la mia no ha terminano bien por la cobardía de el o simplemente no ha terminado, eso me gusta pensar a mi en el fondo.
ResponderEliminarEn fín, que la vida nos brinde lo mejor y que todos seamos felices con lo que elijamos.
Bss
Puedo enumerar hasta la saciedad esos gestos de cobardía por parte del género masculino. Cuando a mi primer marido le pregunté, en medio de una fenomenal bronca, ¿Por qué no nos separamos? Su respuesta fue: Por dinero. "Date por divorciado", dije yo. Cuando al segundo le presenté las evidencias sobre una doble relación que desde hacía tiempo llevaba, y sobre la que yo había estado preguntando y se me había negado, su respuesta fue: "las malas noticias no son fáciles de dar".... Y así podría seguir hasta el infinito... Como decía mi abuela, qué bien hemos hecho en ponernos los pantalones!!!!!!!!!!
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